miércoles, 30 de junio de 2010

"LA OPINION DE CARTAGENA" - 29/06/2010


"EL FARO DE CARTAGENA" - 22/06/2010

El escritor Fernando Gómez presentó en Cartagena la novela que ha escrito sobre una falsa leyenda urbana surgida en los últimos años ‘El vampiro de Cartagena’ o cómo desmontar una mentira con humor
Por Diego Ortiz.
CARTAGENA. Que un vampiro andara suelto por las calles de Cartagena a buen seguro que sería algo noticioso para ciertos medios de comunicación que, lamentablemente, no descansan a la hora de alumbrar nuevos inventos seudocientíficos con los que alimentar la credulidad de sus lectores, oyentes o espectadores.
Por eso en los últimos algunos de esos ‘sesudos’ investigadores de lo paranormal -de esos de la fauna de criptozoólogos, ufólogos y demás zarandajas por el estilo- han querido crear de la nada una leyenda y una historia en torno a un vampiro cuyo ataúd llegó un buen día a Cartagena desde tierras balcánicas y, reexpedido desde aquí hasta La Coruña, fue dejando un rastro de muertes misteriosas a su paso.
Pero, afortunadamente, hay otros escritores que, conocedores de que dichos intentos tiene su origen en un relato corto surgido hace décadas de la imaginación de Alfonso Sastre -titulado ‘El vampiro de Borox’-, han decidido aprovechar el fenómeno literariamente.Eso es lo que ha hecho el barcelonés Fernando Gómez con su obra ‘El vampiro de Cartagena’, presentada ayer en la ciudad portuaria. En ella, la falsa leyenda y más falsa historia sirve de trama a una novela de terror con grandes dosis de humor, muy en la línea de autores como Wenceslao Fernández Flores o Julio Camba.
En ella, un funcionario de la Aduana de Cartagena recibe un bulto insólito, un ataúd que nadie reclama y que, como en la historieta citada, luego es reenviado a tierras gallegas. Es en ese momento cuando entra en acción el personaje de un sacerdote cazador de vampiros -un Van Helsing a la española que mueve a la hilaridad- que sirve para desarrollar la idea de Fernando Gómez, que gira en torno a los miedos cercanos.
Se hace así una contraposición entre los millones de muertos que, en los años en los que se sitúa la novela, está provocando la I Guerra Mundial, y los escasos que causa el viaje del vampiro que, sin embargo, influyen más en el protagonista.
Asimismo, el autor consigue, de forma magistral, otro de sus objetivos, el de “tener una literatura y cultura vampírica ‘nacional’, ya que todas estas historias se suelen ubicar en el centro de Europa”. Algo muy en su línea de convertir en literatura sucesos truculentos, reales o no, de la que el mejor ejemplo es su obra ‘El misterio de la calle Poniente’, basado en la historia de la mendiga catalana Enriqueta Martí, que en 1912 mataba niños para vender su sangre, que tenía presuntos efectos terapéuticos.